JUNTOS COMPARTIMOS ESTE EXTRAÑO MOMENTO

Por: Lama Willa B Miller. 14 de marzo 14 de 2020.

A medida que el brote de COVID-19 se expande por el mundo, Lama Willa Miller ofrece una reflexión personal sobre lo que significa estar vivos juntos en este extraño momento.

Ayer, fui a una farmacia cercana a comprar un termómetro para un ser querido que estaba con fiebre en la casa. Al entrar en el pequeño local del vecindario, me di cuenta de que parecía más lleno de lo habitual.

Por los pasillos, solo se veían estantes desnudos bostezando: pequeñas etiquetas susurrando papel higiénico, desinfectante de manos, guantes, termómetros… Al preguntar al farmaceuta, repitió tal vez por la centésima vez ese día, «Todo se ha vendido… Lo siento».

En la calle al manejar de regreso al hogar, observé las siguientes señales: un joven se detuvo a meter un billete de un dólar en la lata de una persona de la calle. Un camión me hizo cambio de luces, cediéndome el paso para que girara. El tráfico se detuvo para que dos gansos atravesaran lentamente a través de cuatro carriles de la autopista. Este extraño momento en el tiempo está provocando actos inesperados de bondad, incluso mientras sentimos que todo es como un sueño.

La enfermedad y la muerte son los grandes niveladores de la vida. Una fiebre es una fiebre. Un virus busca un huésped. Todos estamos potencialmente en riesgo. Todos juntos estamos tratando de sofocar la propagación.

El Buda hizo énfasis en que si hay algo con lo que se pueda contar como absolutamente seguro, es que no hay nada con lo que se puede contar. La vida siempre ha sido así.Pero lo olvido siempre, casi en cada momento de todos los días. Adormecida por la previsibilidad de mis días, creo que mañana va a ser como hoy. Hoy como ayer. El papel higiénico siempre va a estar ahí.

Conduciendo a casa, me puse a rezar en silencio. Le recé al Buda de la medicina. Oré para que los enfermos sanaran de sus enfermedades. Oré para que mis pequeños actos de conformidad fueran significativos. Más allá de eso, oré para que el mundo no se llenara de narrativas de miedo.

Pienso en los dones que se nos ofrecen. El miedo es una invitación. No es una invitación a sopesar los riesgos o a ajustarse a lo externo. Es una invitación a mirar profundamente adentro y hacerse amigo del animal que hay en uno mismo.

Estamos sentados con lo desconocido. Lo desconocido es exactamente lo que está levantando el velo. Ofrece una visión de la verdad de que nada ha sido nunca seguro. Este mundo, con toda su belleza y toda su vitalidad, es así justo porque no está fijo, porque todo es contingente. El primo natural de la vida es la incertidumbre.

El don final, al que vuelvo una y otra vez en estos días sombríos, es la bondad. Una pandemia es una experiencia común (pan). Estamos juntos en esto. Podemos enfrentarlo juntos y podemos ayudarnos unos a otros a superarlo.

Irónicamente, el «distanciamiento social» que se nos pide que practiquemos es un llamado al cuidado. No es una petición hecha por uno mismo; es un acto de bien público.

En una pandemia, el autoaislamiento se denomina cuarentena. En el budismo, se llama retiro. Desde la cueva de nuestro hogar, como los meditadores de los tiempos antiguos, podemos encender conscientemente la lámpara de compasión y la conexión.

Al llegar a la puerta, pensé en qué le iba a decir a mi ser querido, con fiebre en nuestro hogar. “Los estantes estaban vacíos”. Yo sé que lo entenderá. Es un enfermero después de todo. Pasaremos la noche con un cubo de agua junto a la cama, con medicinas, con el dorso de mi mano.

Tomado de publicaciones online de LION’S ROAR de marzo de 2020.

Imagen: Buda de la medicina.

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